Las actitudes agresivas y violentas son imitadas y aprendidas por los niños. Por eso la clave está en mirarnos a nosotros mismos y ver que actitudes debemos cambiar para que nuestros hijos no se relacionen en forma violenta. Debemos enseñar el buen trato. Enseñarles que existen alternativas para resolver problemas de manera pacífica y no con gritos o a la fuerza.

Siempre dígale a sus hijos, "te quiero hijo (a)", por que el día de mañana cuando seamos adultos mayores nuestros hijos se van a acordar lo bien que se sentían al recibir el cariño de sus padres. A la mayoría de nosotros nunca nos dijeron te quiero hijo y ahora que somos padres tenemos la oportunidad de hacerlo.

Cuando veas que camino con dificultad por mis años, no te asombres ni te burles, recuerda cuando te ayudaba a dar los primeros en tu vida.
Si ves que al comer caen manchas sobre el mantel o mi ropa, no te asombres ni te burles, recuerda cuando te ponía el babero para que no mancharas tu ropita.
Cuando oigas que repito las mismas historias y cuentos que has oído muchas veces, o te burles ni te asombres, piensa cuando me hacías repetir el cuento de la "caperucita" que tanto gustabas oír cada noche para quedarte dormido.
Y cuando me veas enfermo o desvalido, no te asombres, ayúdame con lo que puedas, como lo hice cuando tenías fiebre o te sentías mal,

No importa cuál sea su edad; de una manera u otra, los hijos siempre necesitarán de sus padres. Mantenga una buena relación con ellos, tratándoles con amor, paciencia y respeto a través de sus vidas. Recuerde que cuando los padres y los hijos se llevan bien, comparten no solamente el cariño sino también una buena comunicación.